Thursday, April 14, 2011

Viva el Lomo Saltado!!!

Siempre me pregunté el por qué de nuestras diferencias y luego de tanto andar y viajar por diferentes paises y conocer personas de diferentes lugares descubrí con mucho placer que si no fuera así, este mundo sería un lugar aburridísimo.

Creo, pensando con el corazón de una niña, que alguna vez en nuestra historia remota fuimos un solo pueblo, una sola cultura, una sola lengua… y que algo hicimos para merecer esta suerte de separación y terminar poblando el mundo y redescubriéndolo al mismo tiempo.

Y nos tocó pasar por todo este largo proceso de hacernos un lugar en esta tierra y conectarnos a ella, desarrollar nuestras tradiciones y expresiones, y comer, creo yo es claramente una de las formas de expresión cultural más evidentes.

Entonces, luego de estar por generaciones cada uno en su rincón, comenzamos a aventurarnos más allá de nuestras fronteras, claro unos para invadir, otros para conquistar y asimilar por la fuerza, pero al final, la mezcolanza se dió.

Y la mezcolanza tomó muchas generaciones, muchísimas! Y cuántos hubieron, y hay hoy en dia, que frente a este hecho se escarapelan y espantan de asco ante el hecho de que todos de inga y de mandinga tengamos un poco… o mucho.

Pero bendita sea esa mezcolanza!! Pienso que habría pasado si no hubiesen asiáticos, africanos, latinoamericanos, anglosajones, en fin, la lista es interminable. Estaríamos todos mirándonos las caras, las mismas caras, aburridos, probablemente peleándonos menos (aunque lo dudo…) pero eso sí, sin ningún desafío que enfrentar para evolucionar.

Todo este borbotón de ideas me vino a la cabeza justo en el momento que cogía mi tabla de picar, mi cuchillo de cocina y una buena carne para preparar uno de mis platos favoritos: el lomo saltado!!! Es que sonará a locura, pero digo yo, dónde más uno puede cortar una buena carne, adobarla con vinagre balsámico (bien italiano y a mi estilo), agregarle hierbas finas (muy francés), y sofreirla junto con cebollas y tomates ligeramente acaramelados en salsa de soya en una sartén tipo wok (muy oriental) para acompañarla de papas fritas (muy norteamericano) y darle el toque maestro con nuestros peruanísimos y deliciosos ajíes amarillos.

Y al sofreír y mezclar me regocijo en su olor a historia, a diversidad y tradiciones que vienen de todos los rincones del planeta para fusionarse y añejarse en ese pedazo de tierra bajo un cielo azul, bañada por el Océano Pacífico, en esa tierra buena donde se reciben con gratitud el encanto de todas esas gentes y mágicamente, bajo una tonada andina se cuecen los mejores manjares que nos unen en una mesa para reír, disfrutar y amar.

Eso es la cocina para un peruano, es una experiencia mística, es un reencuentro con esa identidad que creíamos perdida, es saber con el corazón que nuestra historia es magnífica y que nuestro futuro es mejor aún. Es reconocer en otros rostros diferentes al nuestro, el aporte que hoy nos da el regalo de esa individualidad de país que hoy encanta al mundo, y que al mismo tiempo nos convierte en un maravilloso ingrediente más de ese platillo fabuloso llamado Humanidad.

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